Uno por uno, los satélites – cada uno de ellos incrustado con una hodge-podge de paneles solares y otros gizmos – separados de su nave nodriza.
Habían volado desde la Tierra apenas una hora antes, el 16 de agosto.
Los 116 satélites a bordo del vehículo de lanzamiento fueron diseñados y construidos principalmente por naciones y empresas occidentales, pero uno de ellos era diferente.
Fue la primera nave espacial de este tipo jamás desarrollada por el país africano de Senegal.
Un pequeño CubeSat llamado GaindeSAT-1A, proporcionará servicios de observación de la Tierra y telecomunicaciones.
El presidente de Senegal lo llamó un gran paso hacia la “soberanía tecnológica”.
El costo del lanzamiento de un satélite ha disminuido significativamente en los últimos años, dice Kwaku Sumah, fundador y director gerente de Spacehubs Africa, una consultora espacial.
“Esa reducción de costos ha abierto el mercado”, añade.
“Estas naciones más pequeñas... ahora tienen la oportunidad de participar”. Hasta la fecha, un total de 17 países africanos han puesto en órbita más de 60 satélites y, junto con Senegal, tanto Djibouti como Zimbabwe también han observado que sus primeros satélites han entrado en funcionamiento durante los últimos 12 meses.
Se espera que en los próximos años se pongan en órbita decenas de satélites africanos.
Y sin embargo, el continente actualmente no tiene sus propias instalaciones de lanzamiento espacial.
Además, es discutible que países poderosos de otras partes del mundo utilicen programas espaciales africanos incipientes como medio de establecer relaciones y afirmar su dominio geopolítico de manera más amplia.
¿Pueden más naciones africanas trazar su propio camino en órbita – y más allá?
“Es importante que los países africanos tengan sus propios satélites”, dice el Sr. Sumah.
Sostiene que significa un mejor control de la tecnología y un acceso más fácil a los datos satelitales.
Esta información podría ayudar a los africanos a monitorear los cultivos, detectar las amenazas que plantea el clima extremo, como inundaciones, o mejorar las telecomunicaciones en áreas remotas, añade.
Pero ir al espacio con audacia sigue siendo visto como “algo para la élite” en África, dice Jessie Ndaba, cofundadora y directora gerente de Astrofica Technologies, una firma de tecnología espacial en Sudáfrica que diseña satélites.
El negocio en su empresa sigue siendo "muy lento" en general, añade.
Dada la amenaza masiva que el cambio climático representa para el continente, la tecnología espacial debería utilizarse para monitorear los alimentos y los recursos, sugiere.
Una carrera espacial africana para llegar a la Luna o Marte, en cambio, no sería útil: “Tenemos que mirar los desafíos que tenemos en África y encontrar formas de resolverlos”. Para Sarah Kimani, del Departamento Meteorológico de Kenia, los satélites han demostrado ser invaluables para ayudar a ella y a sus colegas a rastrear las condiciones meteorológicas peligrosas.
Recuerda que utilizó datos de observación de la Tierra proporcionados por Eumetsat, una agencia satélite europea, para vigilar una gran tormenta de polvo en marzo.
“Hemos sido capaces de decir la dirección de esta tormenta de polvo”, dice.
A finales de este año, ella y sus colegas comenzarán a recibir datos de la última generación de naves espaciales Eumetsat, que proporcionarán herramientas de monitoreo de incendios forestales y rayos, entre otros beneficios.
“Nos ayudará a mejorar nuestros sistemas de alerta temprana”, añade Kimani, señalando que la colaboración con Eumetsat ha sido “muy eficiente y eficaz”.
El cambio climático trae consigo amenazas meteorológicas que pueden surgir rápidamente, desde grandes tormentas hasta sequías extremas.
“La intensidad de estos peligros... está cambiando”, dice la Sra. Kimani, señalando que los datos satelitales que podrían actualizarse con tanta frecuencia como cada cinco minutos, o menos, ayudarían a los meteorólogos a rastrear tales fenómenos.
También argumenta que Kenia –que puso en órbita su primer satélite operacional de observación de la Tierra el año pasado– se beneficiaría de tener más de su propia nave espacial meteorológica en el futuro.
Al igual que otros países africanos en general.
“Sólo África entiende sus propias necesidades”, dice Kimani.
En la actualidad, muchas naciones africanas con programas espaciales jóvenes dependen de la tecnología y los expertos extranjeros, dice Temidayo Oniosun, director general de Space in Africa, una empresa consultora y de investigación de mercado.
Algunos países han enviado estudiantes e ingenieros al extranjero para adquirir conocimientos técnicos espaciales.
“El problema es que, cuando estos chicos regresan, no hay laboratorio, no hay instalaciones para ellos”, dice el Sr. Oniosun.
El nuevo satélite de Senegal fue construido por técnicos senegaleses.
Si bien no desea restar importancia a su importante logro, cabe señalar que el desarrollo del satélite fue posible gracias a una asociación con una universidad francesa, y que la nave espacial fue lanzada en un cohete SpaceX Falcon 9 desde California.
Europa, China y Estados Unidos se han involucrado en numerosos programas espaciales africanos.
Esto ha ayudado a impulsar la tecnología africana a la órbita, sin duda, pero también ha servido como una “herramienta diplomática crítica”, dice el Sr. Oniosun.
Lo hace “un poco preocupado”, admite.
Los observadores han sugerido que los programas espaciales africanos no se limitan a llevar a las naciones africanas al espacio, sino que también son, en cierta medida, espacios en los que algunos de los países más poderosos del mundo compiten entre sí.
El Sr. Sumah es positivo sobre la situación.
“Podemos... jugar estos diferentes poderes unos contra otros para conseguir los mejores tratos”, dice.
Los funcionarios de Estados Unidos y China han considerado las implicaciones “estratégicas” de involucrarse en los esfuerzos espaciales africanos, dice Julie Klinger, de la Universidad de Delaware.
“Eso trae consigo una necesidad cada vez mayor de actualizar los tratados y estrategias mundiales en torno al mantenimiento de un entorno espacial pacífico y manejable”, añade.
Pero también hay oportunidades.
El Dr. Klinger señala que los lanzamientos espaciales desde regiones ecuatoriales –que pueden no requerir tanto combustible– podrían significar que los puertos espaciales africanos tengan un papel importante que desempeñar en las próximas décadas.
El Centro Espacial Luigi Broglio, un antiguo puerto espacial construido en Italia que incluye una plataforma marítima frente a la costa de Kenia, podría volver a ponerse en servicio un día, por ejemplo.
Los últimos lanzamientos tuvieron lugar en la década de 1980.
En última instancia, podemos esperar ver un aumento de la actividad en el espacio de las naciones africanas.
“Tenemos cerca de 80 satélites actualmente en desarrollo”, dice Oniosun, “Creo que el futuro de la industria es muy brillante”.