El fallecido líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, una vez conocido como Cuba “el país más seguro del mundo”.
En cuanto a las bajas tasas de crímenes violentos de la isla y la escasez de armas que circulan entre la población civil, es muy posible que haya tenido un caso para ese título.
Sus críticos, por supuesto, respondieron que la baja tasa de criminalidad se logró a través de la intimidación, que la Cuba de Castro era –y sigue siendo– un estado policial que no intercambió ninguna crítica a su gobierno dirigido por comunistas, y que se desbarató sobre los derechos humanos de sus oponentes.
Sin embargo, pocos podrían negar que las calles de Cuba han estado tradicionalmente entre las más seguras de las Américas.
Sin embargo, a Samantha González no le parece que viva en la nación más segura del mundo.
Su hermano menor, un aspirante a productor musical llamado Jan Franco, fue asesinado hace dos meses en una aparente disputa relacionada con pandillas.
Desde el barrio habanero de bajos ingresos de Cayo Hueso y apenas 19 años cuando fue asesinado, Jan Franco fue apuñalado dos veces en el pecho fuera de un estudio de grabación, atrapado en medio de una discusión cuando alguien sacó un cuchillo.
“Todavía no puedo entenderlo, dice Samantha, luchando para expresar su dolor mientras se desplaza a través de las viejas fotos de su hermano en su teléfono.
Él era la luz de nuestra familia.
A solo 20 años de edad y madre de un niño, Samantha dice que Jan Franco fue uno de los muchos jóvenes que perdieron la vida en las calles en los últimos meses: “Muchos jóvenes han sido asesinados este año, explica.
“La violencia se está yendo de las manos.
Básicamente son pandillas, y se pelean entre sí como pandillas.
De ahí viene todo, estos asesinatos y muertes de jóvenes”. A menudo resuelven sus peleas con cuchillos y machetes, dice.
“Casi nadie resuelve ya una discusión con sus puños.
Son todos cuchillos, machetes, incluso armas.
Cosas que no entiendo,” su voz se aleja.
La situación se ha visto agravada por una nueva droga en Cuba llamada “quimico”, un producto químico barato con base de cannabis.
Samantha dice que es cada vez más popular entre los jóvenes cubanos en los parques y en las calles.
Anteriormente, incluso sugiriendo que Cuba tenía un problema con los opioides y las pandillas callejeras – especialmente para un periodista extranjero – podría aterrizar en dificultades.
Las autoridades cubanas siempre han sido ferozmente protectoras de su reputación de islas como libres de crimen y rápidamente han señalado que las calles son demostrablesmente más seguras que las de la mayoría de las ciudades de Estados Unidos.
Todo lo que pone de relieve los problemas sociales de Cuba se pinta generalmente como una crítica sesgada de su sistema socialista o como invenciones antirrevolucionarias procedentes de Miami o Washington.
Sin embargo, tal ha sido la percepción pública de un empeoramiento de la tasa de delincuencia, una percepción compartida por muchos cubanos en las redes sociales, de que las autoridades lo han abordado abiertamente en la televisión estatal.
En agosto, una edición del programa de charlas nocturnas Mesa Redonda –en la que se invita a los funcionarios del Partido Comunista a emitir la línea del partido– se tituló Cuba Contra las Drogas.
Durante la emisión, el coronel Juan Carlos Poey Guerra, jefe de la unidad antidrogas del Ministerio del Interior, reconoció la existencia, producción y distribución de la nueva droga, químico, y su impacto en la juventud cubana.
Insistió en que las autoridades estaban abordando la cuestión.
En otra edición, sobre el crimen, el gobierno negó que la situación estuviera empeorando, alegando que sólo el 9% de los crímenes en Cuba eran violentos y sólo el 3% eran asesinatos.
Sin embargo, los críticos cuestionan la transparencia de las estadísticas del gobierno y dicen que no hay supervisión independiente de los organismos que las producen o de las metodologías que utilizan.
Por su parte, el gobierno culpa en gran medida al viejo enemigo, Estados Unidos, tanto por la existencia de opioides sintéticos en Cuba como por el embargo económico estadounidense de décadas de duración en la isla que dicen que es la razón por la que algunos cubanos han recurrido al crimen.
En una rara entrevista, la vicepresidenta de la Corte Suprema de Cuba, Maricela Sosa Ravelo, dijo a la BBC que el problema estaba siendo explotado fuera de proporción en las redes sociales.
La oradora refuta la sugerencia de que muchos delitos no se denuncian debido a la falta de confianza pública en la policía.
“En mis 30 años como juez y magistrado, no creo que el pueblo cubano carezca de confianza en sus autoridades, afirmó, hablando dentro del ornamentado edificio de la Corte Suprema.
“En Cuba, la policía tiene un alto índice de éxito en la resolución de crímenes.
No vemos a la gente tomar la ley en sus propias manos –lo que ocurre en otras partes de América Latina y en otras partes– lo que sugiere que la población confía en el sistema de justicia cubano”, sostuvo.
Una vez más, sin embargo, esa no fue la experiencia de otra víctima reciente de robo oportunista en las calles tenuemente iluminadas de La Habana.
Shyra es una activista transgénero que está acostumbrada a hablar sobre los derechos en Cuba.
Ella dice que su historia, de ser robada por un hombre blandiendo un cuchillo una noche, es común.
Pero fue la respuesta policial la que más la desilusionó.
“Justo después de que me atacaron, me encontré con dos policías de motocicletas en una calle lateral, recuerda Shyra.
A pesar de su evidente angustia, la policía ignoró sus peticiones de ayuda, dice.
“Me dijeron abiertamente: ‘No estamos aquí por cosas así.
Fue una cosa tan impactante escuchar porque les dije dónde podían encontrar al atacante, les mostré en qué dirección se dirigía, qué llevaba puesto.
Pero no me prestaron atención”. En el pequeño apartamento que comparte con su madre, Samantha González ve videos del velorio de su hermano menor.
Una multitud de amigos de Jan Franco aparecieron fuera de su casa y comenzaron a cantar las canciones que había producido antes de que su incipiente carrera musical fuera interrumpida.
Mientras su ataúd estaba cargado en el coche fúnebre, los dolientes se quedaron callados, excepto por el suave murmullo de llanto y oración.
Enterrado con él, y cada joven víctima de la violencia en la isla, es otra parte de la afirmación de Cuba de ser la nación más segura del mundo.